martes, 19 de octubre de 2010

SERIE B (Renacimiento,1998) de Karmelo C. Iribarren

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Cualquier persona que en alguna ocasión haya abierto un libro de poesía ( ya sea por casualidad o por decisión propia) e independientemente de si vuelve a repetir esa experiencia mil veces más o ninguna, suele empezar por el principio o sea por los "clásicos comunmente aceptados como tales". Desde pequeños nos enseñan que la poesía, en términos intuitivos, es aquello que Bécquer hacía con la rima o aquel lenguaje profundo que utilizaba Lorca en sus poemas para transmitirnos sensaciones que ni sabíamos que podíamos experimentar. Sin embargo ocurre que nada se queda en su sitio, todo cambia, no necesariamente para mejor o peor. De esta forma la finalidad de la poesía persiste (cualquera que sea esa meta tan abstracta) pero la forma de exponerla aparece modificada. De ahí que una persona que no esté dispuesta a aceptar una definición más amplia de "poesía" seguramente no encontrará nada que le pueda interesar en este libro de Iribarren en particular y en ningún poema suyo en general.
La poesía de Iribarren se podría considerar una especie de anti-poesía en toda la dimensión positiva que este termino pueda adoptar. Busca la simplicidad del verso de forma que su obra choca por su enfoque directo, fluido y sin pretensiones. Quizá donde más se puede apreciar la fuerza que mueve la obra de Iribarren es en el poema "Poética" que, como su propio título indica, nos ofrece una síntesis de lo que él considera poesía:

Poner una palabra
detrás de otra,
hasta llegar a la última.
Y cerrar con un
punto. Y que dentro
esté yo, o alguno
de vosotros,
o alguna. Haciendo
cualquier cosa
interesante.

Acostumbrados a unas estructuras más complejas en un principio nos resulta chocante descubrir que las cosas obvias también necesitan un medio de expresión. Iribarren presta atención a los detalles más rutinarios que se le esacapan a muchos  poetas debido a su visión global del mundo que les rodea. El vasco no pretende demostrar nada ni decir algo más allá de lo que dice pero ahí es dónde reside su talento: consigue, con pocas palabras, expresar cosas que cualquiera de nosotros ha pensado miles de veces pero nunca ha podido formular. En otras palabras, logra sacar las obviedades de la sombra y desautomatiza la rutina permitiéndonos reflexionar, sin que nos distraigan los ruidos secundarios.
Ese estilo tan individual le otorga una particular ternura al tratar el tema del amor y de las mujeres como en "Eso era amor":

Te veía
hacer esas cosas sencillas
que tú haces
para que el mundo
entre en razón;
y no sabía
a quién
darle las gracias.

Ternura que por el otro lado lo diferencia del poeta con el que quizá más semejanzas podemos encontrar debido a su recíproca influencia : Roger Wolfe. Este último,uno de sus mejores amigos en el mundillo poético, fue el que en un momento dado le dió a Iribarren el empujón necesario para seguir escribiendo y creer en que su forma de hacerlo era tan válida como cualquier otra.


Por el otro lado, y apoyándose de nuevo en el realismo simple que caracteriza al poeta, las relaciones personales, las casualidades diarias y los detalles forman una espiral alrededor de uno de los temas predominantes en su obra: la noche y la vida a su alrededor como en "Seguro que esta historia te suena", poema que también le da título a su antología:

Al fondo de la barra
una mujer; una
mujer en principio
como tantas: que fuma,
bebe, ríe, charla, y se echa
la melena para atrás;
ya digo, como tantas.

Hasta que su
mirada se cruza acaso
con la tuya
- o a ti te lo parece-,
y por un breve
instante
el tiempo se detiene,
y esa mujer es única,
y todo cambia,
y todo puede pasar.

Todo.
También
-como sucede
casi siempre-
que no pase
absolutamente nada.


Nada es lo suficientemente relevante pero a su vez nada debe pasar inadvertido. Tanto en este libro como en su obra en general pocas veces nos podemos encontrar con un poema relativamente largo. Es la poesía del momento e incluso del instante pero que a pesar de eso conserva su esencia pasado el punto y final. Ya sea por lo conciso de su obra o por la impresión que causa de saber exactamente qué quiere decir en cada momento es muy complicado situar todos los poemas al mismo nivel. Sin embargo, cuando por alguna razón consigue dar con algo brillante da justo en la diana y lo sorprendente de la obra de Iribarren es que, a veces, esa diana es una simple frase o incluso una palabra.

Otro de los rasgos característicos de Iribarren es su matiz pesimista que después de todo no debería considerarse como tal ya que de vez en cuando muestra destellos de "aceptación amable" de la realidad. Como es natural las reflexiones sobre la juventud, el paso del tiempo y finalmente la vejez aparecen amenudo en esta obra confirmando de nuevo que a pesar de una clara diferencia en el discurso el fondo sigue siendo el mismo al que estamos acostumbrados a ver a lo largo de nuestra experiencia poética. Habla de la juventud con una particular melancolía tierna que no termina de ser tristeza, algo que se puede ver claramente en su poema "La edad de la inocencia" :

Ni Raquel Welch,
ni James Dean,
ni Jesucristo crucificado.
Mis sue os los veló Durruti.
Me despertaba
y ahí estaba él,
dándome ánimos:

Nosotros
heredaremos la tierra.
 
Claro que yo era aún tan inocente
que ni siquera
me preguntaba cuándo.

En resumen, ya sea por su siempre presente aire de no-poeta, su rabiosa sinceridad, o la universalidad de sus temas Iribarren transmite una cercanía muy difícil de encontrar. Su obra no exige un permiso especial, está abierta a cualquiera que decida bajar la vista a las páginas y nos permite leer poesía cuando pensamos que no es poesía lo que nos hace falta. Al fin y al cabo, como él mismo dice en "Poeta"

"Mira, tío,
como sigas así,
escribiendo
en servilletas de papel
por los bares,
acabarán cargándote
el sambenito
de poeta,
ya verás.

Y luego,
a ver qué hostias
haces."

Escritos políticos y morales (Césa Salazar Bondy, Perú:1954-1965)



Entre los autores peruanos de todos los tiempos (con lo significativo que resulta descubrir la poesía de Perú), elijo a uno que no alcanzó el premio Nobel, como su compatriota Vargas Llosa, pero que sin embargo comparte uno de los lugares más destacados junto a él en la literatura peruana y latinoamericana. Y sin embargo, es casi un desconocido. Contradicción de los mapas literarios de nuestros tiempos, privilegio, asimismo, que estos mismos tiempos, con sus recursos tecnológicos, permite superar la falencia de no haberlo conocido antes.
Leerlo fue sentir el impacto de las entrañas de una cultura tan particular como la de su país, en el eje de la respiración.
Sebastián Salazar Bondy no fue solamente poeta. Fue, en todo caso, un  hombre comprometido con su tiempo a través de una producción literaria que abarcó la narrativa, la crítica, el periodismo, la dramaturgia y, por supuesto, la poesía.
No me siento capacitada para hacer una crítica de su obra, sólo ofrezco una semblanza para que, cada quien, ahonde en ella. Y en ese contexto, puedo decir que la figura desgarbada de Sebastián Salazar Bondy atrapa a través del sepia de la fotografía que acompaño, que habla tanto de él, del mismo modo que atrapa su obra toda.
El presente poema, que considero caracteriza el pensamiento de Salazar Bondy, forma parte de "Escritos Políticos y Morales", (Perú, 1954-1965) digitalizado por la Universidad Mayor de San Marcos y que podrán consultar aquí y bajar en PDF.


Considero una misión el transmitir al mundo la obra poética de los autores latinoamericanos que escapan a los acotados límites que han fijado los programas universitarios europeos, puede que éste sea un camino que se abre para que alguien conozca a este autor indispensable para comprender la identidad peruana en particular, en el marco de la cultura latinoamericana en general.

Una de mis poesías preferidas, sin dudas, esta "Confidencia en Alta Voz"

Pertenezco a una raza sentimental,
a una patria fatigada por sus penas,
a una tierra cuyas flores culminan al anochecer,
pero amo mis desventuras,
tengo mi orgullo, doy vivas a la vida bajo este cielo mortal
y soy como una nave que avanza hacia una isla de fuego.

Pertenezco a muchas gentes y soy libre,

me levanto como el alba desde las últimas tinieblas,
doy luz a un vasto campo de silencio y oros,
sol nuevo, nueva dicha, aparición imperiosa
que cae horas después en un lecho de pesadillas.
Escribo, como ven, y corro por las calles,
protesto y arrastro los grillos del descontento
que a veces son alas en los pies,
plumas al viento que surcan un azul oscuro,
pero puedo quedarme quieto, puedo renunciar,
puedo tener como cualquiera un miedo terrible,
porque cometo errores y el aire me falta
como me faltan el pecado, el pan, la risa, tantas cosas.

El tiempo es implacable como un número creciente

y comprendo que se suma en mi frente, en mis manos,
en mis hombros, como un fardo,
y pertenezco al tiempo, a los documentos, a mi raza y mi país,
y cuando lo digo en el papel, cuando lo confieso,
tengo ganas de que todos lo sepan y lloren conmigo.

domingo, 17 de octubre de 2010

EL RETORNO (1955) de Jose Agustín Goytisolo



La primera toma de contacto con la lírica de Goytisolo sorprende por su sobriedad, su mesurada intensidad en las propuestas y una cuidada ordenación de llantos, sentimientos encontrados y desesperación en la meditada y garabateada temática del libro.

En realidad este primer libro podría llamarse El retorno de Julia Gay, madre del poeta que se vió segada por un bombardeo en 1938 cuando éste contaba sólo 10 años; la idea del regreso de su imagen o su recuerdo o su ausencia va oprimiendo las páginas de la obra, enterneciendo sus potentes paisajes y adormeciendo alucinaciones y visiones que quieren aferrar esos instantes de la memoria con un pulso desolado y herido.

Un díficil tema el de la pérdida tras la muerte y más si ésta ha acontecido de un modo tan inesperado, embrutecido e injusto... 21 secuencias en que el poeta va trazando círculos en trono al ser perdido desde las múltiples perspectivas con que se puede digerir la tragedia.

Abre "Sobre vosotras aves" un pórtico sucinto, sobrio donde el poeta clama, pide y llora ''un espacio para tanta muerte'', le sigue "Cae la muerte" casi un ejercicio del instante y que queda algo cojo sobretodo respecto a su precedente, "Al lado de los vivos" aporta una interesante metáfora respecto al olvido y a la vergÜenza que desataron estas aberraciones, este estúpido derramamiento de sangre. "Salud abandonados" parece arremeter contra la representación misma de su anhelo; en todos estos y en los que quedarán por venir el poeta cuelga siempre la palabra muerte de forma insistente, obsesiva, como escondite, como refugio o simiente. "Cercada por la vida" cierra este primer grito, con algunos de los versos más enamorados y terribles de la poesía española ''Donde tu no estuvieras / como en este recinto cercada por la vida / en cualquier paradero conocido o distante / leería tu nombre'', brutal, emotivo, uno de los poemas más acertados y perdurables.

Recuperamos la solemnidad con el "No en tu casa" una especie de descripción metafórica de los hechos con versos enrevesados y contundentes como ''Y sucedió sin aire / sin luz que por tal odio / la multitud de afanes le dio sentencia y forma''. "Por los bastardos" es una especie de justificación donde el poeta adeuda ese valor de dar testimonio donde se asimila a perdedores, luchadores de la verdad, incluso ''por todos los mal nacidos de la tierra / estás sólo presente en mi recuerdo''; con "El silencio profanado" el poeta ataca a los ritos cristianos con ironía tachándolos de perturbadores de ese plazo de paz con versos contundentes como: ''Lo que mis maldiciones valgan / es difícil saberlo. No espero / mucho de ellas. / Pero aún así es hermoso alzar los labios / -oliendo a vino triste- / y pronunciar las frases del ritual / blasfemo'', a recuperar. Increíble elección toma el autor en "Sabemos el papel" donde sale de su estado de sufrimiento y reflexiona y se graba desde la distancia del espectador o del analista relativizando el impacto de hecho tan angustioso ''Sucede siempre igual: / una mujer que muere un ser contiguo/ que maldice y pregunta... / ¡ Hemos vivido ya nuestra existencia / tantas y tantas veces!'' y acaba con ese estremecimiento de ''Alguién debe de aplaudir desde algún sitio'', maravilloso. En cambio "Como la piel de un fruto" no deja de ser un ejercicio sentimental comprensible sin nada con lo que abanderarse aunque destila ternura por los cuatro costados, cierra esta segunda oleada otro poema increíble que nos obliga a hacer una parada "Un sitio entre las rosas" que parece una especie de confesión íntima a su madre, una reunión de elementos conformantes de la posteridad y del recuerdo tan anhelado, vamos a desleír su contenido:

''Arrebatada por el odio
disuelta en el dolor absoluto de las cosas
me dejate una herencia de suspiros.

Como tú sufro por los días
que han de venir por los males que acechan
por los niños que claman su turno
en nuestra sangre.

Desde este lado se puede aún pensar
en lo que nos aguarda.
en lo que por las noches se fragua
al margen de los sueños.

Es hermoso soñar como un puente
de la vida a la sombra: sonreír
ser objeto de luchas enconadas...
Si amanecemos viejos comenzamos
el mundo una vez más. Con el jabón del alba
la máscara aparece.

Pero tú ya acabaste. Desde aquí mis deseos
te procuran un sitio entre las rosas.

No sé lo que será de mis deseos.''


Un nuevo tono, una nueva intimidad nos asalta con ese tan personal "A ella y a ti os pregunto" donde también implica a su hermano y que aún imperfecto es tan arrebatador, tan sentido, tan vivido que no podemos dejar de salpicar algunos momentos: '' De ella de mí de todo / te separaron. Pero el tiempo / te ha devuelto a su abrazo. / A ella y a ti os pregunto / si es posible que todo lo que amé / sea sólo un engaño.'' rematando ese obsesivo auxilio y desolador embargo con las últimas estrofas ''Pero no importa. Vivo / sobre las ruinas. Amo / Decidme sí decidme / -aunque no pueda oírlo / aunque no lo crea- / que nada ha terminado.'' que todos tantas veces hemos susurrado ante la fatalidad. Parece pues que en esta nueva incursión el poeta empieza a apuntar detalles, a colorear los esbozos de grafito con excursiones de realidad, datos... haciendo más presente, más directas sus vivencias así en "Como páginas lentas" confiesa ''Aquel año se me ha quedado muerto / en el corazón / clavado en la memoria'' o en el sencillo y delicado, casi cotidiano "Una palabra sola" evoca la intermitencia de ese vacío, de esa fútil espera, de la lamentada rutina donde ''No entendimos entonces el regalo / total de tu presencia: ver / escuchar una palabra sola'' o el inocente "Nombre de mar" donde el niño susurra sollozante ese sempiterno ''Tenías que volver'' y va más allá recordándonos el auténtico estallido de realidad o mejor de consciencia de auténtica realidad que la muerte nos depara ''Nosotros en secreto negábamos tu muerte / como se niega un dios'' y nos paraliza del todo entumecidos con una de las mejores evocaciones de toda la poesía española, ay qué "Mujer de muerte":

''Lo que tú hubieras sido
ha quedado en el aire
perdido para el tiempo.

Las cosas que no hiciste las canciones
que nunca cantarás
los días nuevos
que te correspondían
los deseos
la rueda de las voces abiertas en tu oído
toda tu larga sombra proyectada al futuro.

Porque escucho el sonido falso de mi moneda
el chocar contra el mármol
de tu terrible ausencia
te amo mujer de muerte.

¡Ah lo que hubieras sido!''

Quién no ha recitado estos pensamientos en su interior ante la irreparable pérdida. Ya siguiendo este nuevo hemistiquio que hemos ido perfilando con la lectura "No dejes no" nos deja completamente tocados con uno de esos trances de herida e indescriptible intimidad, un espejo donde nos encontramos al creador llorando, destrozándose de impotencia y dudas suicidas ''Tacto febril amor cuando en las noches / conversas con mi piel cuando apareces / brotando entre los cuerpos cotidianos / deshaciéndote en golpes / no dejes no que las primeras luces / empañen mi contorno / que la palabra rompa este momento / de comprensión total''. "El jardín era sombra" vuelve a acercarse a recuerdos, sabores perdidos, frases de cariño y cuidados maternos; también "La fogatas" retrotrae esos momentos cotidianos en aquel tiempo tan corpóreos y ahora tan desesperadamente necesarios hasta el punto que el observador rasca y agudiza su troceada memoria hasta sosegarse con palabras de alivio. Después de estas escenas añejas y pasadas el poeta torna de nuevo a su dolor con el nervioso y rendido "Tu mirada hacia el fondo" del que recupero ese ''¿Qué qué qué? ... En el odio en el sueño en la alegría / en el abrazo del amor -¿qué qué?- / a través de mi cuerpo / tu mirada hacia el fondo se mantiene.'' que me desviste de toda distancia, del privilegio de espectador o tímido lector y yo también recupero ese preguntar incesante, desbocado, fuera de sí hasta que "Cuando todo suceda" amanezca con la imposible reunión, la redención sesgada, el deseo niño de reencuentro y lágrimas de deuda que lo disfrutéis:

''Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.

Allí te esperaré.

Me anunciará tu paso el breve salto
De un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.

Te volveré a mirar y a sonreír
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
Tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.''

Una obra como se ve digna de recuperar y muy ilustradora y aún más alumbradora de esos estados de agonía y hundimiento personal y espiritual; Goytisolo volvería a rascar en su superficie de niño este recuerdo con Final de un adiós (1984) 29 años después cerrando esas lágrimas dejándolas al vuelo de la eternidad.
Fue accésit del premio Adonais en 1954 y editado en 1955 por Ediciones Rialp