lunes, 7 de agosto de 2017

Palabras de Suicida: Anne Sexton


Redescubrí a Anne Sexton en una serie de Netflix... "Por 13 razones". Recordé haber leído poemas suyos en uno de los talleres de Andrés Navarro, y fui (ávidamente) a buscar más razones que trece para recuperarla....

La descubrí contemporánea de Sylvia Plath, suicida como ella, abrevando en el terreno impreciso de una vida que no para de morir.

Recordé este pedazo de mundo, el encuentro (¿casual?) con Nacho, y todo lo que extraño a Kontri... entonces vine aquí y fui hilvanando poemas.... el de la serie es fácil de encontrar, pero encontrarse en un poema es algo más difícil.

Y como retomar el camino de la lectura tiene vericuetos, prefiero sentarme a esperar que termine el eclipse lunar y deshojar, sentada en mi salón, una margarita infinita con pétalos de nomeolvides.

Buena lectura, chicos.




El interrogatorio del hombre de muchos corazones. 

¿Quién es ella,
esa que está en tus brazos?

Ella es a quien llevé mis huesos,
construyendo una casa que no era más que una cuna,
construyendo una vida más allá de una hora,
construyendo un castillo donde no habita nadie,
construyendo, al final, una canción
para así acompañar la ceremonia.

¿Por qué la trajiste aquí?
¿Por qué llamas a mi puerta
con tus nimias historias y canciones?

Me había unido a ella como se unen hombre
y mujer y aun así no había lugar
ni para fiestas ni formalidades
y estas cosas importan a una mujer
y, ya ves, vivimos en un clima frío
y no se nos permite besarnos en la calle
así que inventé una canción incierta.
Mi canción se llama Matrimonio.

¿Tú vienes a mí fuera de la unión 
y te limpias el pie aquí en mi entrada
y me pides que mida tales cosas?

Nunca. Nunca. No mi mujer real.
Ella es mi verdadera bruja, mi tenedor, mi yegua,
madre de lágrimas, falda llena de infierno,
el sello de mis pesares, el sello de mis moratones
y también, si los portara, los niños
y también un lugar privado, un cuerpo hecho de huesos
que quisiera comprar, si pudiera comprarlo,
con la que me quisiera casar, si pudiera casarme.

¿Debería atormentarte por eso?
Cada hombre tiene asignada su suerte
y la tuya es una suerte pasional.

Pero sufro un tormento. No tenemos lugar.
La cuna compartida es casi una prisión
donde no me permiten decir cariñito, bobín,
pastelito, calabaza, lacito de amor, medallón,
mi San Valentin, mi chica de oro, mi graciosa y todas
esas tonterías que uno dice en la cama.
Decir que me he acostado con ella no es bastante.
No sólo la he tumbado sobre el lecho.
Yo la he atado fuerte con un nudo. 

¿Entonces por qué clavas los puños
en tus bolsillos? ¿Por qué arrastras 
los pies como un colegial?

Durante años até este nudo en sueños. 
He atravesado una puerta en mis sueños
y ella estaba allí de pie, vistiendo el delantal de mi madre.
Una vez gateó por una ventana con forma
de ojo de cerradura y llevaba puestos los pantalones
rosa de pana de mi hija y cada vez ataba a esas mujeres con un nudo. 
Una vez vino una reina. A esa también la até.
Mas esto es algo que realmente até
y ahora ya la he amarrado bien.
La atrapé con mis cantos. La reduje.
La he aplastado con sólo una canción.
No había otro apartamento para ello.
No había otro cuarto para ello.
Sólo el nudo. El nudo de la cama.
Así puse mis manos sobre ella
reclamando sus ojos y su boca
como míos, también pedí su lengua.

¿Por qué me estás pidiendo que decida?
Yo no soy ningún juez ni soy psicólogo.
Eres dueño del nudo de tu lecho. 

Pero aún así mis días y mis noches
son de verdad, con niños y balcones y una buena mujer.
Sí, es verdad, até estos otros nudos,
pero preferiría no pensar en ellos
mientras hablo contigo sobre ella. Ahora no.
Si ella fuera un cucurucho en alquiler, yo pagaría.
Si ella fuera una vida que salvar, la salvaría.
Quizás es que soy un hombre de muchos corazones.

¿Un hombre de muchos corazones?
¿Por qué tiemblas entonces en mi puerta?
Un hombre de muchos corazones no me necesita.

Estoy atrapado en lo más hondo de su tinte.
Te permití atraparme, las manos en la masa,
atraparme con mi frenesí desatado en un reloj salvaje
para mi yegua, mi paloma y mi propio cuerpo limpio.
Quizá la gente diga que tengo serpientes en mis botas
pero te digo que, por una vez, tengo los estribillos,
solo una vez, esta vez, en la copa.
El amor de una mujer está en la canción.
La llamé la mujer de rojo.
La llamé la niña de rosa
pero tenía diez colores
y ella era diez mujeres.
Apenas pude nombrarla.

Yo ya sé quién es.
La has nombrado bastante.

Quizá no debería haberlo puesto en palabras.
Francamente, diría que soy peor besando,
ebrio como un flautista, pateando los restos
y decidido a atarla para siempre.
Porque, ves, esta canción es la vida,
la vida que no puedo vivir yo.
Dios, incluso al pasar,
reparte monogamia como jerga.
Yo quería inscribirla en la ley.
Pero sabes que para esto no hay ley.

¡Hombre de muchos corazones, eres tonto!
Porque este año hay espinas en los tréboles
y le han robado al ganado su fruto
y las piedras del río
han absorbido los ojos de los hombres, hasta dejarlos secos,
estación tras estación,
y ha sido condenado todo lecho
no por la moralidad ni por ley,
sino por el tiempo.




(De Poesía Completa, Ed. Linteo, 2013)

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